Hace un tiempo viví algo que siempre quise compartir, pero nunca encontraba el momento. Es una historia sencilla, pero para mí, llena de significado. A veces la vida se encarga de cruzarnos con la persona correcta, aunque los tiempos no sean los mejores.
Todo empezó un día cualquiera, esperando la guagua bajo un aguacero de esos que parecen eternos. Yo estaba ahí, tratando de cubrirme como podía, cuando vi a una muchacha que también esperaba, empapándose poco a poco porque no tenía paraguas. Sin pensarlo, me le acerqué y le dije:
—Si quieres, podemos compartir el mío.
Ella sonrió, tímida, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le hablara así. Y ahí mismo empezamos a conversar. No sé por qué, pero hablar con ella se sintió tan natural, como si nos conociéramos desde antes. Y cuando llegó mi parada, me quedé con las ganas de seguir hablando.
Después de ese día nos cruzábamos más seguido. Y cada vez que hablábamos, yo sentía algo creciendo, pero callado, sin hacer ruido.
Justo cuando empezábamos a conocernos más, ella me dijo que tenía que mudarse por trabajo. Esa noche me quedé pensando en todo lo que no le había dicho. Tomé mi teléfono y escribí un mensaje larguísimo, confesándole lo que sentía. Lo leí varias veces… y por miedo, nunca lo envié.
Pasó el tiempo. Meses enteros. A veces pensaba en ella y abría el chat donde todavía estaba aquel mensaje guardado. Pero nunca me atreví a darle “enviar”.
Un día, casi un año después, regresé a la misma parada donde la había conocido. Y para mi sorpresa, allí estaba ella. Igual de hermosa, igual de nerviosa cuando me vio.
Nos saludamos, hablamos un par de minutos… y entonces ella me enseñó algo que jamás olvidaré:
en su teléfono tenía un mensaje para mí, escrito desde hacía meses… y tampoco lo había enviado.
Era su confesión.
Ambos habíamos sentido lo mismo. Ambos tuvimos miedo. Y los dos guardamos palabras que el destino, de alguna manera, se encargó de juntar al final.
Ese día le dije que yo no iba a dejar que otra oportunidad pasara sin decir lo que siento. Y mientras el cielo amenazaba con llover, igual que la primera vez, la abracé como si la vida me estuviera dando una segunda oportunidad.
El mensaje nunca se envió…
Pero el amor llegó igual.

Leave a Reply